Banca comunal
La tecnología de banca comunal es una metodología de microcrédito que nace en Bangladesh y Bolivia en 1983-84, desde donde se expande al resto del mundo, siempre con el mismo fin: inclusión social y financiera, una urgencia de aliviar la pobreza. Aquí nacen las microfinanzas contemporáneas.
Orígenes
La tecnología de banca comunal es una metodología de microcrédito originaria de los rincones más cálidos de nuestro planeta.
Por un lado, en Bangladesh, desde 1976, Muhammad Yunus, entonces profesor universitario y buscando formas de ayudar a mujeres a salir de la extrema pobreza, encontró esta fórmula que para 1983 se formalizó en el Grameen Bank — en bengalí গ্রামীণ ব্যাংক, donde গ্রামীণ (gramina) quiere decir «rural». En inglés se traduce como «village banking».
En español esto comenzó el mismo 1983, cuando John Hatch, que se había enamorado de Latinoamérica trabajando primero para el Peace Corps y luego durante su doctorado, volando hacia La Paz para una consultoría, divisó la misma fórmula y la empezó a dibujar en servilletas. Con sus raíces en Bolivia, en 1984 se formalizó FINCA International (Foundation for International Community Assistance), ahora con operaciones en casi todo Latam, Asia y África.
Tanto Grameen como FINCA han ido, con el tiempo, más allá de las microfinanzas; el primero llegando incluso hasta la fabricación de celulares. A Yunus y su institución les dieron en 2006 el Premio Nobel de la Paz. Dependiendo del país y el idioma en que se lea sobre banca comunal, tanto Yudus como Hatch aparecen como los creadores del género. La cosa es que aquí nacen las microfinanzas como las conocemos hoy, y el fin ha sido siempre el mismo: proporcionar acceso a servicios financieros a aquellos que tradicionalmente han sido excluidos del sistema bancario convencional, o sea, inclusión financiera y una urgencia de aliviar la pobreza.
Hoy, la banca comunal sigue teniendo su centro en el área rural, aunque se practica también en zonas periurbanas. Y cerca de 9 de cada 10 prestatarias siguen siendo mujeres.
Cómo funciona
Ante el acercamiento de alguna entidad financiera enfocada en microfinanzas, se organiza un grupo de entre 8 y 30 personas de una comunidad, que forman un «banco comunal». El banco elige una directiva con un tesorero, y luego la entidad le transfiere un préstamo global que ellos reparten entre sus miembros, en principio a todos en partes iguales (puede variar según lo que decidan internamente).
Dentro de este pequeño banco autónomo se forman mínimo dos «grupos solidarios» de 3 a 8 personas, que se garantizan entre sí («garantía cruzada» o «garantía mancomunada»). De esta manera, los miembros del banco admiten como «socios» —usualmente «socias»— a personas en quienes confían, personas que creen que son responsables y cumplen con sus obligaciones. Así, la entidad financiera delega el análisis de riesgo y existe una presión social por cumplir con el préstamo.
Si alguna no puede cumplir con las cuotas, las garantes tienen que encontrarle una solución. La vuelta más común es un préstamo de alguna de las socias del grupo solidario; si no pueden, se busca el préstamo de otra socia; sino, un préstamo externo o la venta de algún bien. En algunos casos se recurre a sus ahorros.
Porque estos bancos comunales también cumplen la función de ahorro. Es más, algunas instituciones financieras demandan un «ahorro obligatorio» de entre el 10% y el 20% del monto prestado, lo que aumenta la tasa de interés efectiva del crédito y cubre las espaldas de la entidad ante un posible default. Se suele decir que esta práctica —que en los inicios de la banca comunal era obligatoria— es un incentivo al ahorro, una forma de enseñar a las socias los beneficios del ahorro, pero es una forma de protegerse de la mora.
Los banco comunales suelen tener reuniones cada semana en las que se hacen los pagos, se muestran las cuentas, se toman decisiones y, dependiendo de la entidad financiera, en las que el ejecutivo de la entidad dedica una media hora a educación financiera (desde el inicio una pieza fundamental de la banca comunal).
En resumen, los requisitos para acceder a un crédito comunal son:
- Pertenencia a la comunidad.— Para participar en un crédito comunal, es necesario ser parte de la comunidad o grupo que lo organiza. Esta condición no solo fomenta la cohesión social, también fortalece el compromiso de los miembros y la responsabilidad compartida.
- Reuniones regulares.— La participación activa en las reuniones del grupo es esencial. Estas reuniones no solo sirven para discutir los proyectos y la distribución de los fondos, también fomentan la transparencia y la toma de decisiones colectiva.
- Identificación de proyectos.— Cada miembro debe presentar un proyecto o propósito claro para el uso del crédito. Puede ser desde iniciar un pequeño negocio hasta mejorar la infraestructura local (en Bolivia se usa mucho para agricultura, artesanías y pequeños comercios). Esta especificidad ayuda a garantizar que los fondos se utilicen de manera productiva, aunque se ha visto que los créditos suelen utilizarse, también, para pagar otros créditos y para consumo.
- Garantía colectiva.— Aunque no se requieren garantías individuales, la fuerza del crédito comunal radica en la garantía colectiva. Los miembros se comprometen a respaldar y apoyar los proyectos de los demás, creando una red de seguridad financiera.
Las obligaciones de los prestatarios son:
- Aportaciones regulares.— Los prestatarios contribuyen con montos regulares a un fondo común («cuenta interna»). Estas contribuciones pueden ser semanales, quincenales o mensuales, y la cantidad se decide democráticamente en las reuniones del grupo.
- Solidaridad financiera.— Los prestatarios se comprometen a respaldar los proyectos de los demás miembros. Esto implica no solo el respaldo moral, sino también la disposición a proporcionar asistencia financiera adicional en caso de necesidad.
- Participación activa.— La participación activa en las reuniones y la toma de decisiones es esencial. Los prestatarios no solo están invirtiendo dinero, sino también comprometiéndose con el bienestar de la comunidad en su conjunto.
- Responsabilidad compartida.— Si un miembro enfrenta dificultades para cumplir con sus obligaciones financieras, la responsabilidad recae en el grupo en su conjunto. Esto fomenta la empatía y la solidaridad, construyendo una red de apoyo en momentos difíciles.
Ciclo y algunos problemas de deserción
Los bancos comunales trabajan en ciclos de 16 a 24 semanas (52 semanas en el mejor de los casos). Se inicia con una duración de 4 meses, y sólo luego de varios ciclos y de que la entidad financiera confíe en el banco comunal, se va alargando el plazo del crédito al grupo, en casos excepcionales hasta 12 meses.
Ahora bien, no todos los bancos comunales continúan hasta el ciclo siguiente: en Latinoamérica, entre los cientos de instituciones que hacen banca comunal, la retención ronda el 60%-75%; por lo menos uno de cada cuatro bancos desiste de continuar.
Las reuniones suelen durar entre una y dos horas, y han sido señaladas como el mayor motivo de deserción. El problema es que son horas que las socias tienen que dejar sus negocios y sus familias sin su atención.
Pero las reuniones, al parecer, deben mantenerse semanales o cada quince días máximo, porque cuando son mensuales la morosidad aumenta. En los estratos sociales más bajos, y en el mundo del comercio, se vive del día a día: la plata se tiene que mover y se gasta en lo que es urgente en ese momento, no existe la capacidad de ahorrar fondos durante un mes.
(Esto lo vimos también en nuestra investigación sobre supply chain, donde las dueñas de tiendas de barrio compran y pagan a los primeros proveedores en llegar: first come, first served.)
El segundo motivo de deserción es el ahorro obligatorio, el tercero es el tamaño de los préstamos, cuyo promedio suele rondar entre 1 y 1,5 del valor del salario mínimo nacional.
Una solución polémica: la cuenta interna
Los bancos comunales manejan una «cuenta interna» en la que se depositan los ahorros —forzosos y voluntarios—, las multas por no pagar a tiempo y los pagos de cuotas.
Algunas instituciones financieras permiten a los bancos comunales hacer uso de los fondos de esta cuenta interna para conceder préstamos extras a las socias. Estos préstamos tienen un interés mayor (generando una utilidad para el banco comunal), un plazo menor al del ciclo (al final y al cabo, el préstamo grupal tiene una fecha de vencimiento) y un monto variable, según las necesidades de la socia prestataria.
Los problemas que se han visto con el manejo de la cuenta interna son los de siempre que existe dinero de por medio: da pie a favoritismos, existe el riesgo de que la tesorera se robe los fondos, y de que aumente la mora, de que estos segundos préstamos no sean devueltos en la fecha límite en que se acaba el ciclo.
Un fin más allá de lo financiero: el empoderamiento
Desde fuera, para las entidades financieras, el mercado de la banca comunal puede parecer atractivo porque ofrece tasas más altas (aunque tenga menor morosidad que el promedio de los créditos, se ve como más riesgoso por la falta de garantías), y porque se puede «bancarizar» y atender a muchas personas en menos tiempo; pero no deja de ser un mercado de difícil penetración, bastante competencia y de tamaño no muy grande, tanto en cantidad de individuos como en el tamaño promedio de los créditos.
Por eso, quizá, se promueve la «graduación» de las socias: luego de cierto tiempo y de cumplir ciertos requisitos, pueden acceder a créditos individuales.
Y esta es la mejor función de la banca comunal: el empoderamiento. Provee a las socias la sensación de pertenencia a un grupo, la sensación de apoyo, colaboración, perseverancia, responsabilidad y relación con los demás, los pilares fundamentales para sostener la vida, sobre todo la vida en comunidad. Entre este apoyo moral y el apoyo financiero, los grupos y los individuos históricamente excluidos dejan de sentirse abandonados, se sienten parte, se sienten importantes y, fundamentalmente, sienten que pueden.
Esto —cualquiera puede saberlo— es transformador. Forma y transforma individuos y comunidades. El «vos sos parte» y el «vos podés» son quizá las armas psicológicas más fuertes para luchar contra la exclusión y la pobreza. Mucha gente las predica, pero la banca comunal es una tecnología que las pone en práctica donde es más difícil, aplicando el «put your money where your mouth is».
Comments ()